TQC nace en occidente y se perfecciona en Japón como un podero sistema de management

Este artículo tiene el propósito de hacer un recorrido en el desarrollo del TQC, desde mi propia vivencia y aprendizaje de los maestros que me ayudaron a comprender el alcance y los beneficios para la sociedad del TQC (Feigenbaum, Ishikawa, Juran, Kano, Fukuda y otros.) 

Armand V. Feigenbaum introdujo por primera vez el concepto de Total Quality Control (TQC) en su artículo titulado “TQC—Total Quality Control”, publicado en la Harvard Business Review en noviembre de 1956. Posteriormente, consolidó y expandió esta idea en su libro Total Quality Control, cuya primera edición fue publicada en 1961. En este libro, Feigenbaum presentó la calidad como una responsabilidad compartida por toda la organización, no solo por el departamento de control de calidad. Su enfoque integral abogaba por la participación activa de todos los niveles jerárquicos en la mejora continua de la calidad

Kaoru Ishikawa, por su parte, profundizó en la participación de todos los niveles de la empresa dentro del TQC, promoviendo la educación y la capacitación de los empleados como herramientas fundamentales para lograr la calidad. Fue creador del famoso diagrama de causa-efecto, conocido como diagrama de Ishikawa o espina de pescado, que permite identificar de manera sistemática las causas de los problemas de calidad, facilitando la resolución de problemas de manera estructurada.

Ishikawa también promovió el uso de círculos de calidad, pequeños grupos de trabajo formados por operarios y supervisores que se reúnen periódicamente para analizar problemas, proponer mejoras y fomentar la responsabilidad compartida sobre la calidad. Con ello, consolidó la idea de que la calidad no solo se alcanza mediante la inspección final, sino integrando prácticas de mejora continua en cada área de trabajo, involucrando a todos los empleados en la identificación de problemas y la implementación de soluciones. Gracias a su enfoque, la calidad se convierte en un compromiso cultural y cotidiano, en el que cada persona en la organización asume un rol activo en la mejora de los procesos, los productos y el entorno de trabajo.

Joseph M. Juran, finalmente, aportó un enfoque estratégico y estructurado al TQC a través de su trilogía de calidad: planificación, control y mejora. Su contribución fue decisiva para que la calidad dejara de verse como un conjunto de herramientas aisladas y se convirtiera en un proceso integral y sistemático dentro de la organización. Juran introdujo el principio de enfocarse en los problemas críticos, basado en la regla de Pareto, señalando que el 80% de los problemas de calidad provienen de un 20% de las causas, lo que permite priorizar recursos y esfuerzos donde generan el mayor impacto. Además, destacó la importancia de comprender profundamente las necesidades del cliente, estableciendo que la verdadera calidad se mide por la satisfacción del cliente y no solo por la ausencia de defectos.

Juran también subrayó que la capacitación, la motivación y la participación activa de los empleados en todos los niveles son esenciales para lograr mejoras sostenibles y continuas. Su visión permitió que el TQC se consolidara como un enfoque estratégico de gestión, integrando planificación, control y mejora de manera sistemática, generando valor tangible para la empresa y fomentando una cultura organizacional orientada a la excelencia y la mejora continua.

Noriaki Kano

Kano, heredero del pensamiento de Ishikawa, continuó la evolución del TQC incorporando enfoques estratégicos de gestión que fortalecieron su alcance organizacional. Promovió la implementación del Hoshin Kanri, una metodología que permite desplegar los objetivos estratégicos de la empresa de manera alineada en todos los niveles, asegurando que la mejora de la calidad esté conectada con la visión y metas corporativas.

Además, impulsó el Cross-Functional Management, fomentando la colaboración entre departamentos y funciones para gestionar los procesos de calidad y mejora continua de manera integrada y transversal. Kano introdujo estas metodologías en Estados Unidos, en empresas como Florida Power and Light y Hewlett-Packard, lo que permitió que el Hoshin Kanri se difundiera a nivel global.

Asimismo, consolidó la incorporación de la voz del cliente (VOC) como elemento esencial del TQC, logrando que este enfoque trascendiera la manufactura y se aplicara en empresas de servicios como hospitales, hoteles y bancos, orientando la gestión de la calidad hacia la satisfacción del cliente y la creación de valor en todos los procesos.

Mi punto de vista

Han pasado casi cinco décadas desde que inicié mi camino en la calidad, con una visión empresarial, estratégica y competitiva. Sin embargo, debo confesar que hace más de 25 años decidí, con cierto pesar, alejarme de la línea de la calidad como sistema de gestión y seguir mi segunda pasión: el TPM. En esa época, la llamada “ISOmanía” comenzó a reemplazar la cultura profunda de la calidad como valor organizacional por un enfoque más artificial, basado en papeles y documentos, en una etapa previa a la digitalización. El énfasis se desplazó hacia una estandarización pesada y compleja, diseñada principalmente para ser presentada ante las entidades auditoras que habían florecido con el negocio de la certificación. Su principal preocupación era obtener el diploma y colocarlo en la pared de la entrada de la compañía, mientras que, en el interior, los sistemas de calidad estaban en desorden y la participación de los empleados era mínima. Creo que Japón supo mantener su camino hacia el valor profundo de la calidad, interiorizada en la persona, y esto se evidencia cada vez que visitamos el país y usamos sus sistemas de servicios y productos. Sin embargo, supieron adaptarse a la ISOmanía debido a la necesidad de mantener sus relaciones comerciales con los clientes de Occidente. Puede ser ahora una oportunidad de volver a rescatar la idea original del TQC donde la calidad y el servicio se constituyen como uno de los valores más profundos de una organización y una sociedad. 

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